El gato negro es un cuento de horror del escritor estadounidense , publicado en el periódico Saturday Evening Post de Filadelfia . La crítica lo considera uno de los más espeluznantes de la historia de la literatura.
Argumento:
Un
joven matrimonio lleva una vida hogareña apacible con su gato, hasta
que el marido empieza a dejarse arrastrar por la bebida. El alcohol lo
vuelve irascible y en uno de sus accesos de furia acaba con la vida del
animal. Un segundo gato aparece en escena, la situación familiar
empeora, llega a declararse un incendio, y los acontecimientos se
precipitan hasta culminar en un horrendo desenlace.
El gato negro
es uno de los más conocidos cuentos siniestros de Poe, así como uno de
sus grandes relatos psicológicos. La combinación de ambos elementos,
horror y psicología, parece conducir directamente a la expresión terror
psicológico,
que hoy sabemos inspirada en la singularidad artística de este autor y
que podría definirse como aquella fórmula literaria que aspira a
conjugar en una síntesis superior miedo ,enajenación y arte. Dejando de
momento aparte los presuntos contenidos autobiográficos y superticiosos,
son tres los temas principales que desarrolló su autor en "El gato
negro", y los tres se hallan estrechamente relacionados entre sí. En
primer lugar, como se indica, la locura,
espantosamente presente en otro cuento producido en ese mismo año de
1843, con el cual, por doble motivo, pues, a menudo se vincula a "El
gato negro"; se trata de "El corazón delator".
Tanto
en uno como en el otro el protagonista se ve aquejado por
incontrolables accesos de demencia sádico; en el caso de este último,
parece ‘congénita’, mientras que en el de "El gato negro" se deriva de
una severa adición. Otro tema común a ambas narraciones es el de la
culpa, con un acusado matiz persecutorio, y, muy vinculado a aquél, el
de la perverseness (no exactamente la 'perversidad' en
castellano), aspecto de la maldad que en Poe aparece revestido de
singulares connotaciones masoquista; una rara especie de justicia
poética. Este concepto se encuentra extensamente desarrollado en un
relato posterior, "El demonio de la perversidad" (1845), en el cual asistimos, como en las dos obras aludidas, a la absurda e imprevisible autoinculpación de un asesino.
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